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LA HISTORIA DE DIEGO, EL PROFESOR QUE LE ENSEÑA A ARREGLAR BICILETAS A CRISTIAN, UN JOVEN CIEGO

sábado 19 de noviembre de 2022

Dicta el Curso de Reparación de Bicicletas en Instituto Celsius. “Yo amo dar clases y acepté este desafío con gusto”, contó.

“El mundo necesita más gente que ame lo que hace”, se repite casi a modo de mantra. Sin lugar a dudas, Diego Lujan (40) entra en ese selecto grupo que trabaja con toda la pasión necesaria. Este cordobés es el tipo de persona que cuando uno la ve en acción piensa: “ejercer una profesión, de lo que sea, es por acá”.

Si bien es Periodista y Comunicador Social, su pasión desde siempre fue enseñar. “Cuando empecé a dar clases lo hice por una cuestión vocacional. Hace muchos años que quería dar clases de lo que sea. Siempre fue un sueño para mí”, contó en comunicación con La Voz.

Días atrás, La Voz visitó Instituto Celsius yendo detrás de una historia: Diego, que dicta el Curso de Reparación de Bicicletas, había aceptado darle clases a un chico ciego. ¿Se imaginan lo desafiante de la situación? Una persona invidente estaba queriendo aprender a arreglar bicicletas. Y Diego dijo que sí.

CRISTIAN, LA HISTORIA DEL ALUMNO CIEGO

Cristian Pavón (34) quedó ciego hace siete, por culpa de una retinopatía diabética. Goza de buena salud gracias a la vida deportiva que tuvo desde siempre, y perder la vista no fue un impedimento para que él pudiera seguir haciendo lo que amaba.

Actualmente, es capitán del equipo de Golbol de Córdoba (primer deporte creado especialmente para la discapacidad visual) y además practica mountain bike en bicicletas tipo tándem. Su hermano, también interesado por el mundo de las bicis, ya había hecho el curso de reparaciones que dicta Diego.

Como en la mayoría de los casos, el nuevo alumno llegó al profe por recomendación. Sucede que, en las casi 15 promociones del taller, el boca en boca es una pieza clave: los nuevos estudiantes hacen el curso recomendados por exalumnos que quedaron más que satisfechos.

En el caso de Cristian, su interés por aprender sobre mecánica básica de bicicletas fue para poder arreglar su propio tándem.

“Cuando empecé a meterme en el mundo de las carreras de montaña me di cuenta de que la bici sufre desgastes y desarreglos permanentes. Mantenerla era todo un presupuesto y fue por eso que apareció mi interés en ser yo mismo quien la arreglara”, contó Cristian a La Voz.

“Está claro que necesito ayuda, porque hay algunas cosas puntuales que son meramente visuales, pero con todo lo que me he capacitado y he aprendido en este curso, hay muchas cuestiones que puedo resolverlas yo solo. Te diría que a la gran mayoría de los trabajos los puedo realizar en mi casa. No descarto, a futuro, que esta sea para mí una salida laboral, porque al conocimiento lo tengo”, agregó.

Sobre su llegada a Celsius, Cristian valoró la apertura que tuvieron desde el primer momento. “Me contacté con el instituto y con el profe para preguntarles si me aceptaban, si se animaban a asumir el desafío de enseñarme pese a mi discapacidad. Acá me recibieron con la mejor predisposición, siempre pendientes de que yo esté cómodo”, contó.

Pero el trabajo de Diego no terminó en el aula. Tomándolo casi como un desafío personal, el profe fue varias veces a la casa de Cristian para reforzar lo dictado en clases y ayudarlo a practicar y ejercitar arreglos durante más tiempo.

Sobre el desafío de enseñar a arreglar bicicletas a una persona ciega, Diego contó: “Hay muchas cuestiones que son meramente visuales en las reparaciones, pero cuando apareció Cristian lo primero que pensé fue: ‘yo puedo y él puede’. Y así fue”.

“Todo depende de cada uno. Yo le dije: si vos realmente querés, lo vamos a hacer y le vamos a buscar la vuelta para que puedas aprender”, recordó el profe.

DIEGO, FORJADO POR SU PROPIA HISTORIA

Diego está bastante acostumbrado a convivir con la discapacidad por su propia historia. Hace cinco años fue papá de Agostina Milagros, una nena que nació con múltiples problemas de salud, afectada por un extraño síndrome llamado TAR, además de problemas en el corazón, epilepsia refractaria y retraso madurativo. Esta situación llevó a que, principalmente en sus primeros años de vida, pasaran más tiempo en el hospital que en su casa.

Y en toda esta historia, la pequeña Agos tiene mucho (si no todo) que ver. “Cuando llegó Cristian a pedirme que le dé clases, no dudé un segundo en aceptarlo. Porque yo vivo mi vida en función de que todo lo que hago, le vuelva a mi hija. Yo siempre anhelo que cuando Agos crezca y quiera a hacer algo para crecer en la vida, se encuentre con gente que no se asuste por su discapacidad, sino que la lleve para adelante y que la aliente a entender que todo se puede”, reflexionó Diego.

“Yo hago las cosas que quiero que otros después hagan por mi hija, porque todo vuelve en la vida. Por eso nunca voy a negarle conocimiento a nadie yo. Por eso lo intenté, por eso acepté el desafío. Con miedo, no te voy a negar, pero lo acepté igual. Y gracias a Dios, fue un éxito. Cristian se recibió y se fue de mi curso con más herramientas para enfrentar la vida”, continuó el “profe”.

Contando sobre el desempeño de su alumno, agregó: “La fuerza que le puso Cristian ayudó muchísimo. Desde el primer momento le dije que lo único que no podía hacer yo, era levantarlo si a la primera vez que las cosas salieran mal, se caía. Pero no pasó. Fue siempre para adelante”.

“Y la actitud que tomó Cristian es la que yo esperaba, porque es también la que yo veo en mi hija. Ella se levanta y sigue. Yo veo que cuando está mal o bajón, al ratito se está matando de risa. Porque desde ahí parte todo: a pesar de las circunstancias, siempre hay que levantarse y seguir”, cerró Diego.

Siguiendo la célebre frase que un político romano escribió en sus versos cerca del año 270 A.C. sentenciando: “Cada uno es artífice de su propio destino”, más de dos siglos después, Diego hizo precisamente lo que Apio Claudio “el ciego” dijo. Sin esperar que las oportunidades lleguen a él, sino saliendo a buscarlas, fue por sus sueños y logró llegar más lejos de lo que jamás se imaginó. La docencia no para de regalarle satisfacciones que seguirán llegando porque, cuando las cosas se hacen con pasión, el éxito está garantizado.

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Fuente: La Voz.

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